Por segunda vez, vuelvo a hablar de mi hermana Nati y la
Nochebuena. Unos días antes de esa fecha
tan señalada, estando todos mis hijos en la cocina, me preguntaron que es lo
que iba a hacer de comer para esa Nochebuena.
Yo ya tenía pensado irme a casa de mi hermana, a pasarlo con ella, pues
ella ya estaba bastante mal de salud.
Cuando se lo conté a todos, estuvieron de acuerdo pues ellos sospechaban
que yo sabía que era la última Navidad que pasaría con ella.
Su hija me vino a recoger para irnos al sur. Cuando llegué a su casa, no se creía que
fuera a estar una semana en su compañía.
Se puso tan contenta que hasta pareció mejorar de su enfermedad. Esos días lo pasamos muy bien. Mi hermana estaba feliz de vernos a todos
junto a ella.
El día de Pascua, nos juntamos todos alrededor de la chimenea
y con los restos de la cena del día anterior en la parrilla, empezamos a
calentar papas negras, pescado salado con mojo, castañas, higos pasados,
almendras, dulces, vino y todo lo que había sobrado.
Ese día fue un desfile de gente que entraba y salía de la
casa. Todos comían y bebían pues la casa
de Nati siempre estaba abierta para todos los vecinos.
Aquella fue una Navidad agridulce. Su ausencia y otra que vengo sufriendo hace quince
años, hace que estas Navidades no tengan punto de comparación con las de antes
de fallecer mi esposo, mi querido Rubén.
Algo se va es verdad con la gente que amamos. De alguna manera nada vuelve a ser lo mismo, sin embargo, su memoria siempre nos acompaña y podemos traerla a nosotros siempre que lo deseemos. Prefiero verlo de esa manera. Muy emotivo relato, Luisa.
ResponderEliminarMe encanta leer tus escritos llenos de amor hacia los tuyos, los que se han ido y los que tienes a tu lado. Felices fiestas.
ResponderEliminarCuando vas a escribir el relato sobre tus nueras?jeje
ResponderEliminarCuando vas a hacer un relato sobre tus nueras?jeje
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