Marta pensó que aquello era fácil, hasta esa tarde. Iba a celebrarse un baile de disfraces al que
asistiría con su pareja y unos amigos con los que se reunirían.
Ella nunca se había puesto un disfraz, ni había asistido a
fiestas de esta índole, pero eligió para la ocasión uno de geisha. Mientras se vestía, pensaba en el modo de
caminar que debía usar para hacer más creíble su personaje, el maquillaje, el
peinado… Esto último fue lo que le
resultó más complicada, aunque finalmente lo solucionó con una peluca que
llevaba un peinado justo el estilo propio de las geishas. Cuando se miró al
espejo, una vez terminó de vestirse y maquillarse, ¡se vio tan distinta! La palidez de su rostro la impresionó.
Ya estaba lista, cuando sintió el sonido del timbre de la
puerta. Cuando abrió, vio en la mirada
de su chico un destello de aprobación y se tranquilizó.
Al llegar al lugar donde celebraban el baile, Marta se
sintió mal dentro de aquel disfraz, fuera de lugar. Se acercó a su acompañante y le susurró al
oído que tenía que volver a casa.
Pensó que aquello iba a ser fácil, pero Marta no supo
disfrutar aquel baile de disfraces.
O no eligió bien el disfraz o sencillamente Marta no era del todo carnavalera . Ponerse en la piel de una geisha debe ser materia complicada y disfrutar con los Carnavales no es una asignatura obligatoria. Muchos pertenecemos a ese club, me parece.
ResponderEliminarConozco a esa geisha y se que con ella no van los carnavales. Se puede disfrutar de otras fiestas que se ajusten a nuestros gustos.
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