Marta sentía mucha ilusión y ganas de pisar tierra canaria. Aunque en las venas llevaba sangre tinerfeña,
no conocía la isla, ni a la familia que allí tenía.
Su vida en Pontevedra era buena, no se podía quejar, pero siempre
había tenido la curiosidad de conocer Tenerife y…¡qué mejor ocasión que hacerlo
en los Carnavales, para salir y divertirse también!.
Cuando llegó al aeropuerto, la estaba esperando su prima
Ana, con la que había mantenido hasta ese momento, una relación meramente
telefónica, pese a lo cual, habían congeniado muy bien hasta el punto de ser
Ana quien la había animado a dar el paso final para decidir su viaje.
Su familia la acogió de una manera genial y lo poco que
había visto de la isla, le fascinaba, sobre todo el clima tan de agradecer dada
la diferencia con el que ella conocía.
Su prima le tenía preparado un disfraz de indú muy sexy, de
color turquesa, muy parecido al suyo que era azulón. Ya en la calle, reunidas con algunas amigas
de Ana, salieron rumbo a la Plaza de España para divertirse y pasar una larga y
divertida noche.
Pronto se dio cuenta de que aquello no era tan fácil. Esa noche descubrió que tener sangre
chicharrera no era suficiente, pues para el carnaval se nace, no se hace.
Es verdad, alma carnavalera es algo que se tiene o no se tiene, por muy buena disposición que se tenga por más que nos esforcemos, si no hay no hay; en eso parecen coincidir muchos de los relatos de carnaval de tus compañeras.
ResponderEliminarSeguramente nacer en la isla del carnaval es importante a la hora de saber entrar en él. Conocí un caso parecido hace unos años, fue con una chica venezolana, a la que la fiesta le resultó grotesca y aburrida.
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