Marta pensó que eso no le ocurriría nunca a ella,
hasta esa tarde en la que vio a su marido besándose con una chica, compañera
del grupo de la rondalla.
Él no paraba en su casa, estoy ensayando, le decía. Ella empezó a sospechar algo y comenzó a
no creerle. Por eso, insistía en
acompañarle a los ensayos, pero su marido siempre le daba excusas para que no
lo hiciera. ¡Te vas a aburrir, vamos a estar muchas horas ensayando, mejor
estás en casa, no creas todo lo que te cuentan!.
Así fue hasta esa tarde, cuando lo vio con sus propios
ojos. Marta decidió, disfrazarse de
fantasma, junto a una amiga que la acompañaría, y tras aquel disfraz lo vigilaría. Pensó que, seguramente, sería mentira, pero se equivocó. ¡Qué ciega e ingenua había sido!
Cuando terminaron los Carnavales, le pidió el divorcio. Él no se opuso porque ya había planeado
dejarla por la otra. Al principio, lo
pasó mal porque le quería y cada sucesivo Carnaval le venía a la memoria lo que
había vivido.
Con el paso del tiempo, lo olvidó o, al menos lo recordaba
sin dolor. Ahora era libre y feliz,
aunque nunca se cansaría de decir a quien la escuchara que ¡los Carnavales
traen muchos problemas a las familias!
Los carnavales pueden traer conflictos pero, en este caso fue el destino. Mejor enterarse, así la chica pudo decidir. El tiempo todo lo cura.
ResponderEliminarPuede ser, sí, pero se me antoja que si hay voluntad de serlo, no importa si es Carnaval o Semana Santa, el/la infiel lo será de cualquier forma.
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