Hace unos
días, mi sobrino Ramoncín me llamó para
pedirme un favor y, por tal motivo, nos citamos a la salida de su trabajo.
Tras los
saludos correspondientes, algo exaltado, pasó a contarme que había cometido una
imprudencia. Se había saltado un
semáforo en rojo, cuando conducía el coche de su jefe, con la mala suerte de
chocar contra otro vehículo que tenía preferencia.
Como el
propietario del automóvil es mi marido, mi sobrino me suplicó que le dijera que
era yo quien iba conduciendo, pues temía con ese incidente, perder la
oportunidad del ascenso prometido.
Ante mi
desconcierto, tuve a bien contestarle que aceptaba su petición, que me
inculparía para su beneficio. Mas, le
impuse para ello una condición; le indiqué que el broche final de esta historia
lo debía poner él, pues solamente se llega al triunfo, venciendo las
dificultades.
-Ramoncín,
serás tú quien corra con todos los gastos de la reparación –le dije.
Buen trabajo el de esta mediadora: que no haya error del que no se aprenda, aunque en este caso sea el bolsillo el que duela. Simpático relato, Dolores
ResponderEliminarMe encantó este relato desde que lo leíste en el taller. Eres geneal.
ResponderEliminarComo siempre fantástico tu relato Dolores, te felicito.
ResponderEliminar