De pequeña tuve la suerte de tener una magnífica
profesora. Doña Fidelia, que así se llamaba, era una excelente
persona que enseñaba desde el estímulo y no desde el castigo. Cosas que, con
tan corta edad, aprendí para seguir aplicándolas actualmente. Ahora, de mayor,
la casualidad quiso que nos encontráramos Amalia y yo; una persona que, aparte
de ser una excelente compañera de viaje, sin darse cuenta, me ayudó muchísimo
pues sólo hacía seis meses de la muerte de mi marido.
A medida que ha seguido nuestra amistad, nos hemos
dado cuenta de todas las cosas que tenemos en común. A través de ella, conocí
esta clase de literatura, en la que me
he encontrado con un magnifico grupo, cuyos componentes nos hemos ido
conociéndonos a través de nuestras narraciones.
La artífice de este grupo ha sido Isabel –la profesora- que, desde su
sensibilidad y saber estar, nos ha llevado a su terreno, guiándonos en la tarea
de escribir cosas que, tal vez, nunca
nos hubiéramos atrevido a contar. Con su enseñanza, nos ha hecho sentir más
seguras y más libres –si cabe- por lo que doy las gracias a Dios por haber encontrado
por segunda vez a otra magnifica profesora, a una entrañable amiga y a unas compañeras maravillosas.
Bonitas palabras hacia las bondades de una bella amistad y hacia el compañerismo y el cariño que preside nuestras tardes de los miércoles. En el nombre de Amalia, tus compañeras de taller y en el mío, por supuesto, mil gracias, Elvira. ¡Con mucha suerte nos sentimos todas de contar con tu cariño!
ResponderEliminarEres estupenda como persona y como escritura. Igual que tu, agradezco el compañerismo de este grupo de personas que integramos el taller de narrativa, Felicidades por tu escrito, me ha parecido magnifico.
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