Cuando vi la
tarea que me tocó hacer este miércoles y supe que era un reloj, me vino a la
memoria el reloj de mi esposo y el suceso que le pasó viendo un partido de
futbol. Vivíamos en el último piso que lindaba con el estadio y desde ese lugar
se veían estupendamente los partidos;
era como si estuvieras en lo más alto de las gradas.
Una de las veces, viendo uno de esos partidos, con la
emoción se puso a abrir y cerrar la pulsera del reloj y, en una de esas, se le
escapó. El reloj salió volando cuatro pisos abajo. Bajó corriendo y cuando lo
cogió… ¡estaba intacto!. No le había
pasado nada.
Con el paso del tiempo, ese reloj precioso se ha
convertido en protagonista en las bodas de mis hijos, ya que cada uno de ellos
se lo ha puesto en tan señalado día. Parece que les ha traído suerte pues,
gracias a Dios, a los tres los veo muy felices.
Preciosa anécdota que vive en la memoria y que parece haber nacido para que se prolongara en el tiempo el tic tac de un reloj a toda prueba, el que marca –uno a uno- los retazos más hermosos de una vida.
ResponderEliminarMe parece un caso a destacar en tus anécdotas y, casi un milagro que al reloj no le ocurrieran nada. Hasta luego.
ResponderEliminarDonde estén las buenas marcas, que se quiten las imitaciones. La anécdota, ¡simpaquísima!.
ResponderEliminarMª. Dolores.