Él se había cansado de
decir que él no tenía ninguno.
-Como su mismo nombre
indica, eso es cosa de débiles –repetía Patricio cuando Carmen, en infinitas
ocasiones, quería que le confesara la verdad, esa verdad que día a día era
latente, para ella.
Por nada del mundo él
quería exteriorizar sus sentimientos; los ocultaba como si fuera un pecado,
pero hasta los pecados se terminan confesando, mucho más una debilidad que, más
temprano que tarde, termina saliendo al exterior; nada puede permanecer oculto
eternamente, por más que se revistiera todos los días con su traje y su máscara
dura.
Un día, Carmen
descubrió que, a solas, él daba rienda suelta a todo lo que llevaba dentro. Ese
día cayó el telón de su vida y así dio rienda suelta a todas sus emociones. A
partir de entonces, ya no hubo más mentiras, ni más marea negra de fondo, esa
marea que consumía sus vidas y creaba un muro entre ellos, difícil de
franquear.
Los hombres sí lloran, afortunadamente. Y hacerlo no es tener un punto débil; tal vez lo sea no poder o no querer hacerlo. De eso, me habla tu relato.
ResponderEliminarTanto hombres como mujeres tenemos un punto dedil que no nos gusta revelar pero, algún día termina saliendo a flote, como le pasó al protagonista de tu historia.
ResponderEliminarSi hay corazan hay alma. Sentimiento.....
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