Ana, con su pelo revuelto, sofocada y muy excitada, se
presentó en casa, una tarde de domingo. La
esperábamos a almorzar y nos extrañó su tardanza porque nunca se retrasaba; era
la pura imagen de la puntualidad.
Mi madre, al verla en ese estado, supo que algo grave había
pasado.
Mientras trataba de acicalarla, no paraba de preguntarle
–Pero, hija mía, ¿qué
te ha ocurrido?.
La mirábamos y nos
mirábamos, preguntándonos cuál sería la historia que nos contaría. No
rompía palabra, sólo resoplaba ante las inquisidoras miradas que la atravesaban
como puñales; se levantó, balbuceó y echó a llorar cual niña pequeña.
Nos quedamos atónitos y aún más cuando nos dijo:
- ¡¡Todo es mentira, nada es verdad y con las ganas, os vais
a quedar!!.
En ascuas nos has dejado, Mima. La familia de tu protagonista y todos nosotros –los lectores –nos hemos quedado sin saber la razón de tanto sofoco y tanto pelo revuelto, pero imaginar, imaginamos, por supuesto… Muy bien esa incógnita
ResponderEliminarTe encanta dejarnos con las ganas de saber lo que le ha pasado a Ana; supongo que algo fuerte pero... tengo que dejar correr la imaginación ideando cualquier cosa que, seguramente no sea la más adecuada. Me ha gustado el relato que es lo que importa..
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