A María le dieron una
semana de vacaciones en su trabajo. Se las debían desde el verano y se las
concedieron ahora.
Aprovechando que
Pedro, su pareja, estaba fuera de España por negocios de la empresa, ella y sus
amigas acordaron ir, esa semana, a un
crucero por el Mediterráneo, para descansar y divertirse un poco. ¡Pedro
es un poco aburrido pero muy bueno y trabajador –pensó María- ¡Pero, es tan
celoso!, ¡no se cómo se lo tomará.! Bueno, lo llamaré para decírselo, aunque él
está lejos,¡y no sé lo que estará haciendo! ¡Mejor se lo cuento, cuando
vuelva!.
María y sus amigas se
lo pasaron genial. Algunas ligaron, otras
no, entre ellas María; estaba enamorada de su marido y le era fiel.
Pedro regresó de su
viaje. Se sorprendió al ver que su mujer
estaba muy cariñosa.
¿Qué te ha pasado? –le preguntó
¡Me fui de vacaciones una semana! –le contestó
ella-
¿De vacaciones? –volvió a preguntar Pedro sorprendido-.
Ella se lo contó y él
se enfadó muchísimo. ¿Por qué no me llamaste para decírmelo? ¿Y si te hubiera
pasado algo? ¡Eres una irresponsable, no
piensas sino en ti!.
Por culpa de aquellas
vacaciones, Pedro dejó de hablarle durante un mes, pero…se le pasó el enfado,
porque la quería y los dos estaban muy enamorados.
A María, ¡qué le quiten lo bailado!; ese fue el eco espontáneo que surgió en clase tras tu lectura, y el que repito ahora yo, aquí. Me gustan mucho esos personajes femeninos que reivindican autonomía.
ResponderEliminarNo estaría mal que todas las féminas hiciéramos algo parecido. Me parece divertido, a pesar del enfado del marido.
ResponderEliminar