Todos los cuentos
tienen un final feliz; siempre envueltos en un halo de ternura e
ingenuidad. Por eso, yo soñaba con que
mi príncipe azul me rescatase de la bruja malvada y me llevara a su castillo
encantado, donde viviríamos felices por siempre. Crudo despertar a la realidad mundana, cuando
descubres que no hay príncipe azul que te rescate y, pensándolo bien, tampoco
lo necesito. Ahora sé que, como mujer,
soy capaz de salir adelante por mí misma; que brujas malvadas hay muchas y que,
a lo largo de la vida, te las vas tropezando, eso sí, sin poder librarte del
daño que te harán. También descubres
que, como los siete enanitos, hay gente buena y, al final, son con los que te
quedas. Después, cada noche, vuelves a
tu particular castillo encantado, donde no hay mayordomos ni sirvientes.
En definitiva, en la
vida real no hay sitio para cuentos felices.
Se trata de que escribas tu propio cuento, en donde habrá de todo, bueno
y malo, pero en el que tú siempre serás la protagonista.
Lúcida reflexión sobre el mundo de los cuentos: los ficticios que nos invitan a soñar, y los reales que nos invitan a vivir, de la mejor manera posible, la historia que nos ha tocado. Muy bueno.
ResponderEliminarMagnífica narración del cuento de la vida, tan real como la vida misma.
ResponderEliminarEn nuestra niñez, esperamos un príncipe azul, pero como no existen tenemos que aguantarnos. Me ha gustado el cuento que ha relatado. Mª Dolores.
ResponderEliminarPrecioso cuento donde la imaginación nos trae y nos lleva como siempre haciendo gala de tu gran ingenio.Un abrazo.
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