Con una amarga
sonrisa, comienzo este relato para reconocer que en el mundo en que vivimos no
se respeta al silencio.
Hace falta silencio para atender la opinión de los
demás. Silencio, para deleitarnos
con una buena partitura musical. Silencio,
para admirar una obra de arte. Con un prudente silencio, se oye el rugir de las olas del mar, cuando rompen en la
orilla. Silencio, para escuchar el
sonido de los aviones, cruzando el cielo de las ciudades. Silencio, para que en nuestros oídos se introduzca la majestuosidad
de la señora tormenta. También es una delicia el silencio de las madrugadas, invitando al descanso.
El silencio es todo un caballero. Apoyada
en él, me retiro silenciosamente, no sin antes suplicar, ¡silencio, por favor!.
Bonito escrito, Dolores. Solo decirte que he disfrutado de este silencio tuyo, cuya visita mi propio silencio ha agradecido.
ResponderEliminarEres tan estupenda que nada se te resiste; ni el silencio puede contigo. ¿bravo compañera!
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