Felipe se fue
de viaje porque se sentía muy estresado, con tantos problemas como tenía. Al llegar a Estocolmo, le pareció una ciudad
interesante y después de descansar un rato, salió a pasear. Entró en un bar y,
al momento, se percató de una chica rubia con cuerpo de sirena y pensó que
parecía sacada de un cuento. Se levantó
y se acercó a ella. Se miraron y eso fue
suficiente para sentir algo especial.
Pasaron toda la noche juntos, como si se conocieran de siempre. Por minutos, nacía el amor, la ternura;
florecían todos los sentimientos. Así
llegó el amanecer y Leti, que es como dijo llamarse, le dijo que iba al
baño. Pasó una hora sin que ella
volviera. Felipe, entonces, decidió
salir a dar un paseo a la orilla del mar.
De pronto, se estremeció, quería moverse y no podía. Frente a él, en una roca, vio una sirena de
bronce. ¡Qué sorpresa tan triste!; era Leti.
Lloró desconsoladamente, después de lo cual, prometió volver todos los
veranos, por si volvía a abrirse el cuento para volver a repetir el sueño que
había vivido. Ya saben, escenario y
protagonistas de esta historia son lo único irreal de este relato.
Un cuento se abre para jugar por unas horas a ser real; muy interesante el recurso narrativo que has utilizado para este relato, Carmen
ResponderEliminarTus realidades envueltas en una historia ficticia e interesante. El cuento puede abrirse en cualquier momento y el final será feliz.
ResponderEliminarNunca se debe dejar de soñar. Buen relato. Mª Dolores.
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