Sin hacer
ruido, entró en mi estancia mi nieta favorita –no tengo otra-. Observó a su
alrededor y, al percibir que no había nadie más en la habitación, se acercó a
mí y, con voz temblorosa, me susurra:
-Yaya, tengo
que confesarte algo, pero con la condición de que no se lo comentes a nadie. Es
un secreto muy íntimo pero, si no te lo cuento ¡reviento! –su rostro se ruborizó y la mirada la proyectó
hacia el suelo, mientras me lo decía.
-¡Mi niña, me
estás asustando! Si es algo grave
prefiero no oírlo. No tengo el cuerpo como para recibir disgustos –le dije confusa.
-¡Qué no
abuela!. No es nada malo, creo yo. Sé que tú me comprenderás y opinarás con
razón, como haces siempre. ¡Confío tanto en ti! –indicó con voz cálida y tierna.
-¡Menos mal!.
Me has quitado un peso de encima –suspiré aliviada- ¡Anda! Confiésame lo que
tengas que decirme, soy toda oídos –le musité con cariño.
-¡Estoy
enamorada! ¡Locamente enamorada! Él es una persona majísima, inteligente, buena…¡es
mi hombre ideal!, con el que siempre he soñado –al hablar su cara se iluminó,
sus ojos brillaban y su boca sonría con dulzura.
-¡Pero,
pequeña, eso es una buena noticia, ya tienes dieciséis años, a tu edad suele
pasar. El primer amor siempre se idealiza, aunque no quiere decir que sea el
único ni el más importante. Dime ¿quién es él?, ¿le conozco? Estoy segura de
que habrás sabido elegir bien –le comenté con agrado.
-¡Claro que
sí! Es la mejor persona del mundo, la más maravillosa. Él aún no sabe que le
quiero, por eso me ignora . No sé cómo llegar a su alma y necesito
recomendaciones. Puede que haya un obstáculo. Me lleva treinta años y, bueno…está
casado y tiene una hija de mi edad y además….¡es mi profesor de historia! –se
tapó la cara con las manos suspirando.
-Esto pasará
cariño, con el tiempo encontrarás a la persona indicada para ti, la que te va a
querer mucho y te hará feliz. Estoy segura –dije esto con firmeza, rodeándola con mis brazos y
besando su frente, con amor.
Son cosas de
la adolescencia, pensé para mis adentros.
Entrañable relación abuela/nieta que, confiando la una en la otra, abre puertas hacia la buena comunicación, con grandes dosis de empatía y ternura. Me gusta como lo has contado, Mary. Y…¿quién, a esa edad, no creyó estar enamorada de algún profesor?
ResponderEliminarLos buenos profesores son nuestro referente en la adolescencia y, eso suele confundirse con el amor.
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