Tres o cuatro niños, han entrado en un ascensor, ¡qué
temeridad!, he pensado yo, ¿cómo les
dejan subir solos?. No he terminado del
todo mi pensamiento, cuando empiezo a oír los gritos de los niños; se han
quedado atrapados. ¡Dios mío! ¡Y no está el conserje! ¿Qué hago?. Voy a subir
al piso donde está parado para hablarles y tratar de calmarlos. He enviado a mi hija a tocarle al presidente
para que llame a los ascensoristas y, en el último caso, al 112. Los niños
siguen llorando y gritando al mismo tiempo. Les he ofrecido un regalito si se
callan y se han apaciguado un poco.
Por fin ha
llegado el presidente de la comunidad y ha abierto la puerta, los niños han
salido corriendo. La única suerte ha sido que sus padres no se han llegado a
enterar y se han evitado un disgusto.
Relatar un suceso en voz presente, dando la impresión de que los hechos suceden mientras se relatan, no es nada fácil y tú lo has sabido resolver bastante bien. En cuanto a la historia, se me ocurre a mí que estos niños no volverán a subirse solos en un ascensor por mucho tiempo, es decir, habrán aprendido la lección nacida de tal imprudencia.
ResponderEliminarLas imprudencias se pagan, eso, les ocurrió a esos niños, que tu tan bien has plasmado en tu relato.
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