En la antigua crisis
de la posguerra, a una familia como otras tantas le tocó sobrevivir en medio de ella. Tenían cinco
hijos, la cocina era de leña y un rancho
canario le servía de sustento por cuatro días. Todas las noches lo hervía y así
mientras durara pues lo estaban pasando muy mal. El padre trabajaba en el
muelle y todos los días se levantaba temprano y se iba para abajo.
Una vez, ya era de
noche y el marido había llegado. Se
habían acostado todos, cuando la mujer fue a hervir el rancho. Cogió lo que parecías ser periódicos que encontró en la cocina, cuando
se dio cuenta de que lo que estaba envuelto con ellos, eran billetes que el marido
había metido en el horno. Dios parecía haberle dicho que el dinero estaba allí
y casi se desmaya de la impresión. Llamó
a su hijo mayor y le pidió que contara. Éste lo hizo y resultó que era mucho
dinero. Entonces, la mujer cogió los periódicos y los quemó. Cuando se levantó
el padre, al irse a duchar, se acordó de lo que había escondido, y cuando
fue a buscar el dinero, sacó la ceniza. Casi se vuelve loco pues decía que no
era de él. La mujer, tal como había
hecho él, le ocultó la verdad, sólo que al contrario de su marido, con el
dinero que ella sí guardó a buen recaudo, la familia tuvo para comer una
temporada grande y… no precisamente rancho.
Bien merecido lo tuvo el hombre por su mezquindad. ¡Qué historia tan jugosa! Muy bien, Elda.
ResponderEliminarEl rancho canarios es muy socorrido y sabroso pero, no para comerlo cada día. Respecto del dinero, ¡bravo! a esa familia por habérselo quedado ,con lo mal que lo estaban pasando hicieron lo más lógico.
ResponderEliminarPara tener un marido así, tan mezquino, prefiero estar soltera. !Qué feliz soy!, yo me lo guiso y yo me lo como.
ResponderEliminar!Viva la vida!. Mª Dolores.