Nos conocimos una
tarde de verano tórrido pero maravilloso. Estábamos en una terraza de la
alameda, mi amiga Tere y yo, cuando se acercó un simpático chico y preguntó si
podía acompañarnos. Tere enseguida dijo que sí, se respiraba un olor a madreselva
y jazmín que resultaba embriagador. Teresa y Jorge se entendían muy bien y el
ambiente era propicio para poner su granito de arena al amor. Yo me alegré al
verlos tan felices, me despedí porque a mí me esperaban. Pasaron unos días y
los encontré. Reflejaban destellos de
felicidad.
Meses después,
volvimos a encontrarnos, pero ya no reflejaban aquel brillo tan especial. Les
saludé y les pregunté cómo les iba. Me dijeron que bien, que tenían muchos
proyectos de futuro; les transmití mi alegría y nos despedimos.
Pasó un tiempo. Una
tarde de invierno con lluvia imparable, entré en una cafetería a refugiarme y
qué sorpresa, allí estaba Jorge. Nos saludamos y lo primero que me dijo fue:
- He cerrado otro
capítulo de mi vida, me he dado cuenta de que una cosa son los espejismos de la
ilusión y la belleza, y otra la convivencia.
Y yo me pregunté:
- ¿Cuántas veces habré
oído esta reflexión?
Reflexión, por cierto,
muy acertada.
El amor transita por los caminos intrincados de la rutina y la convivencia; a veces son tan abruptos que no queda más remedio que volver a intentarlo. Me parece cierto lo que dices.
ResponderEliminarEl amor es muy complejo y ha veces no dura toda la vida.
ResponderEliminarA esta narración le viene muy acorde la canción de Alejandro SANZ, EL corazón partido. Mª Dolores.
ResponderEliminarMe ha gustado su relato, me siento identificado.
ResponderEliminarEl amor es una emoción muy difícil de explicar
Ciertas palabras, la felicito
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