Se llamaba Amanda, y
con 17 años, nunca había tenido novio. Una tarde, salía de la casa de su
hermana mayor y se dirigía a la de sus padres cuando, por el camino, se le
acercó un chico. Era guapo y con mucho palique; ¡le agradó!.
Todos los días la
esperaba para acompañarla a su casa. Y así empezaron una relación que duró
cinco años y después, se casaron.
Al poco tiempo, Amanda
se dio cuenta del carácter de su marido. Era celoso, se enfadaba por cualquier
cosa, no le gustaba que ella saliera sola, cada vez que lo hacía, le preguntaba
¿a quién viste? ¿con quién hablaste? Y así siempre.
Con el paso de los
años, los problemas iban a más. Una noche, Amanda no aguantó más, cogió a sus
hijos y se fue al hogar materno, los acogieron con preocupación y pena por los
niños, que lo estaban pasando mal.
Al día siguiente, su
marido la fue a buscar, le dijo que lo perdonara y que volviera a casa, que iba
a cambiar. Ella no le creía, pero él la
convenció y regresó al hogar.
Pasaron los años, la
convivencia se tornó insoportable; ya no había amor, sólo odio y rencor.
Los hijos se fueron
marchando y ella quedó sola; ya no tenía por quién luchar.
Una noche, cuando él
no estaba, hizo la maleta y se fue; puso
fin a su matrimonio y con él a su calvario.
Historia tristemente fiel a una realidad que aún se sufre en esta sociedad nuestra. Este largo capítulo, al menos, tuvo un final victorioso.
ResponderEliminarLa valentía de esa mujer es muy loable, a pesar de que la decisión fue tardía, Como el dicho cuenta:",más vale tarde que nunca".
ResponderEliminar!Qué tristes son los seres que no se comprenden!. MªDolores.
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