Viví en muchas moradas
pero ninguna fue mía. Eran del señor de
la casa; mi marido. Él
pagaba la hipoteca por ser su sueldo reconocido, y yo, ama de casa;
vamos…, la asistenta con derecho a roce.
Nunca fueron mías las
casas donde vivimos, hasta el momento en que tuve conmigo, y por un tiempo
corto, a mi padre. Por cosas que no voy a contar ahora, mi ex le quitó la llave
y mi padre no volvió; eso lo hizo el dueño, yo no. Por circunstancias de la
vida, la casa que tengo ahora si es mía mía
y aquello quedó en el pasado porque, ahora sí, nadie me volverá a decir jamás vete de mi
casa, gracias a Dios. Por eso yo digo como E.T:
¡mi casa, mi casa!.
Dí que sí, Teresa. Valoro el humor con que trasladas al papel incluso los episodios más grises, menos afortunados, de una vida
ResponderEliminar¡Muy bien!, quédate con... "mi casa" y deja lo de... "mi teléfono". Que el humor te acompañe siempre.
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