Desde el primer día, saludó a mi madre con respeto e
incluso con nosotros, los chicos, era siempre serio y cortés, ¿por qué había de
sospechar, entonces, lo que pasó después?
Una noche, me levanté porque no podía dormir y salí a la terraza. Estaba muy oscuro y no me vieron. Nuestro vecino, ese del que mi madre hablaba
tan bien, llegó con otros dos hombres muy elegantes, parecían gente importante
y uno de ellos cojeaba. Nuestro cortés
vecino lo ayudaba y no paraba de mirar a su alrededor. Yo estaba intrigado, porque parecía que estaban
huyendo de alguien. De forma súbita, se
oyó a lo lejos, la sirena de la policía y ellos entraron rápidamente en la
casa. Los agentes pararon los coches
delante de la vivienda, fueron hacia la entrada y tocaron la puerta. No respondieron. Tras insistir, la policía echó la puerta
abajo.
Al rato, vi salir a mi vecino y amigos esposados.
-¡Cuando mi madre se enteré, le da algo! –pensé
Al día siguiente salió la noticia de que unos famosos
ladrones de cuadros de gran valor, habían sido apresados y encarcelados.
Mi madre sufrió un gran desengaño cuando se enteró.
-¡Qué desilusión! ¿Quién iba pensar que un caballero tan
distinguido y cortés era …¡un ladrón de cuadros!?
Las apariencias muchas veces engañan y, en esos casos, si nos fiamos de ellas, podemos sufrir un terrible desengaño. Tu historia habla de eso, Naty. Muy bien narrado.
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ResponderEliminarLa policía es un constante en tus historias. Este relato es muy interesante, deja al lector pendiente del intrigante final.
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