La vida es
un puro desengaño. De pequeños, nos
dicen que los bebés los trae la cigüeña, o que vienen de París. Ya de mayorcitos, nos aseguran que si no nos
comemos todo, o nos portamos mal, viene el hombre del saco y nos lleva. No conforme con esto, nos tienen todo el año
amenazados con los Reyes Magos y el carbón.
Cuando
descubrimos que llevamos toda una infancia de desengaños, empezamos a engañarnos
solos. Pensamos que la amistad es
preciosa, hasta que nos ¡desengañamos!.
Pensamos que el amor es pura felicidad hasta que nos…
¡desengañamos!. Pensamos que los hijos
vienen con un pan debajo del brazo y… ¡nos desengañamos!. En definitiva, este es un camino de puros
desengaños, hasta que nos damos cuenta de que en esto consiste la vida; en un
continuo recomponer cristales rotos.
Recomponerse, reinventarse, reconstruirse después de esta serie de desengaños, parece ser, algunas veces, nuestro oficio. Tienes razón. Hacerlo bien y rápido habla de nuestra fortaleza. Buen trabajo, Mima.
ResponderEliminarMe ha impresionado tu relato favorablemente. Cuanta razón tienes.
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