Por más que me he puesto a pensar, no creo posible la idea
de que a un cerdo se le den margaritas.
Un santo, con mucho gusto, las aceptaría, pero… ¿un cerdo?, un cerdo no
lo haría ni por compromiso. No le harían
ninguna gracia. Nos diría ¿por qué no
pensamos en otra cosa?, por ejemplo maíz, pienso, unas papas, unas coles,
legumbres…, pero… ¿flores?. Me deben dar
buena comida, seguiría explicándonos el cerdo, ya que nuestras carnes son muy
ricas, aunque aprovecho para decirles que es un crimen matarnos, que también
nos ha criado Dios. En fin, así es la
vida. Ya sé que nos saboreáis en los
guisos, los chorizos, las longanizas, sin olvidarnos de ¡los chicharrones!. Nos recordaría el cerdo que en los campos,
casi todos los vecinos tienen uno para su consumo, pero no les alimentan con…
mar ga ri tas, Aunque suene fuerte,
cuando nos matan, nos descuartizan, es decir, separan el tocino de la carne
limpia, una parte se pone en adobo y la otra se guarda en manteca y van sacando
nuestros trozos cuando les sea oportuno.
Los huesos y las costillas se salan y a algunos…¡hay que ponerles mucha
sal!. Cuando se aproxima el invierno y
sus días de frío, hacen con una parte de nosotros unos ricos escaldones y con
ellos y un buen vaso de vino, ¡adiós frío!.
Esa es la vida de nosotros los cerditos y es que nuestra
carne es muy sabrosa. Y para terminar,
les cerdo nos repite para que no lo olvidemos:
-El ramo de margaritas, se lo llevan a un santo, a
nosotros los cerdos, el maíz que está muy bueno.
¡Qué bueno y divertido relato, Lucía! Una manera más que ingeniosa de dar sentido literal a una frase hecha. Muy bien, Lucía.
ResponderEliminarEsos cerdos de la narración tienen mucha razón en descartar las margaritas. Siempre resuelves las tareas maravillosamente.
ResponderEliminar