Raquel y Ana vivían en el mismo pueblo y eran
amigas desde pequeñas. Al ir creciendo,
el curso de sus vidas seguía paralelo y hasta acudían juntas al mismo
trabajo.
A Raquel le gustaba pasar las tardes en la casa de
su amiga, junto a los padres de ésta, con los que tenía mucha conexión.
Un día, Raquel tomó una decisión en su vida
personal de la que no hizo partícipe a Ana.
Siguieron visitándose, pero a partir de entonces, la falta de sinceridad
fue deteriorando la amistad. hasta tal punto de que, aunque se veían a diario
en el trabajo, no se saludaban.
Pasado el tiempo, Raquel se entera de que su amiga
se va a ir del pueblo y pese a estar segura de que lo haría, su antigua amiga
no fue a despedirse.
Entonces, rememoró todo el tiempo que habían
compartido, todas las cosas que habían vivido juntas. Ya no había opción de rectificar, pero Raquel
reconoció tarde que ella había tenido su parte de culpa en todo aquello, aunque
nunca pensó que Ana reaccionaría así ante una decisión no compartida.
Tu relato me habla de que, a veces, en la amistad como en el amor, la falta de comunicación –malintencionada o no- es un pasaporte hacia el más absoluto desengaño.
ResponderEliminarLo que les ha ocurrido a esas muchachas es muy común. A veces, por un mal entendido, suceden cosas de las que luego nos arrepentimos. Lo importante es reconocer nuestros errores.
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