¡Qué palabra más fea! y… la sentimos nosotros, los humanos. A lo largo de la vida, ¿cuántos desengaños
nos toca vivir?. Te crees que te
quieren, ¡ja ja! y… no es verdad. Un día
descubres que sólo lo hacen por lo que aportas.
Cuando no lo haces, todos desaparecen, aunque para hacer honor a la
verdad, un día hay en que están todos:
¡en tu duelo! Conozco una historia de este tipo que me dejó marcada
porque no me lo podía creer.
Un familiar
quedó tetrapléjico a causa de un accidente.
Él había sido una persona que no sabía decir ¡no! y siempre se había
dado a todos. Presumía de familiares y
amigos. ¡Cuántas veces abandonó sus
deberes por ellos!.
¡Qué tristeza le dio al verse en una cama, atado de por
vida, sobrándole los dedos de una mano para contar las veces que vinieron a
verle!. Sólo sus hermanas, los demás
huían de su desgracia.
Ese desengaño se lo llevó con él, yo no quise
quedármelo; la carga del rencor es demasiado pesada. Preferí decirme que aunque la vida te da mil
razones para llorar, también te regala mil y una para soñar.
Una historia tremenda, intensa y dura que, felizmente, nos conduce a un final desprovisto de rencor y amargura, muy cercano a la esperanza y la energía positiva que ésta siempre lleva consigo. Me ha impactado. La forma en que lo cuentas también.
ResponderEliminarMe ha emocionado tu relato, tan real y sincero que impacta. Lo importante es que tiene un final lleno de ilusión, ternura y esperanza.
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