Mi padre
siempre tuvo gran influencia en mí. Me
gustaba sobremanera todo lo que hacía y me encantaba imitarlo. Él fue un hombre autodidacta que sabía hacer
de todo. En la época que le tocó vivir,
fue uno de los hombres más inteligentes del pueblo. Cuando alguna persona del lugar fallecía, lo
llamaban para hacer las partes de cada uno de los herederos, porque en esos
tiempos, la gente no acudía a los notarios.
Mi padre hacía las hijuelas para los que heredaban y con un apretón de
manos, ¡todos tan contentos!. Recuerdo
cuando mi padre los reunía en la sala de la casa para entregarle a cada uno su
escritura, con lo que le correspondía.
Este proceso se hacía, introduciendo en un sombrero los distintos lotes
de la herencia escritos en unos papelitos que luego se doblaban y cada heredero
cogía uno al azar. Mi padre no era
abogado, pero en su época, lo llamaban para hacer funciones de tal, desde Arico
hasta Guía de Isora.
Cuando yo salía del brazo de mi padre, a dar
algún paseo, me sentía tan orgullosa que aquel era el mejor regalo que me
podían hacer.
Tu relato aún rezuma ese orgullo, esa admiración, ese amor tan profundo de una hija por su padre. Se palpa en cada línea, envolviendo a quien lo lee. Muy bonito.
ResponderEliminarEl amor de una hija hacia sus padres es muy fuerte, eso es lo que trasmites en lo que escribes y que ratifico.
ResponderEliminarla personalidad de mi abuelo era muy fuerte, murió cundo yo tenía 6 años, y lo recurdo con respespeto, pues mi madre también sentía mucha admiración por él. Por el puesto de trabajo que tengo he visto muchas de esas hijuelas, pues muchas personas aún hoy, conservan las mismas como único documento de propiedad, Luisita hay que ver lo orgullosa que se siente una cuando lee esos escritos de un hombre que poco iría a la escuela. Te parces mucho a él.
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