Aquella
tarde de domingo en el cine Rex, estaba privada de poder gozar la película de
Sissi. No me importó no comer golosinas.
Yo solía ir a cines de barrio que costaban tres pesetas y otras dos para
chuches, pero el cine Rex costaba cinco pesetas, así que no alcanzaba para las
dos cosas. ¡Valió la pena, vaya que sí valió! ¡Qué bellos paisajes de
Possenhofen en Baviera! Eran idílicos y los vestidos de Romy Schneider y el
apuesto Karl Böhm, Francisco José. ¡Qué sueño de hombre, para mí, con catorce
años! Me dormía soñando con el apuesto emperador del Imperio Astrohúngaro.
Tuvo tal
impacto en mí que fui a verla ¡seis veces! y, ya de mayor, la compré en video,
pero las tres: Sissi, Sissi Emperatriz y El destino de Sissi. ¡Son
inolvidables!. ¡Ah! y fui caminando a clase para comprar los cromos y hoy en
día…¡conservo los tres álbumes. Estaba
enamorada; ¡fiebre de juventud!.
Fiebre de juventud, sí, pero ¡dulce y bendita fiebre aquella!. Como siempre, he disfrutado mucho leyéndote por el tono narrativo tan singular que usas.
ResponderEliminarCreo que no fuiste la única que se sintió atrapada por el encanto del protagonista y los bellos paisajes de las tres películas.
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