Caminando
por la calle, voy olfateando el aire. Me
llega un olor a narcisos, oigo a los pajarillos cantar; están anunciando que
llega el otoño. Mas, de pronto, oigo
música. Tanteo el terreno, me paro donde
me lleva el instinto. Junto a la música,
escuchó un taconeo, ¡esto es un tablao Flamenco!, me lo dicen mis
sentidos. Esa bailaora que baila hace
saltar la madera y mi corazón.
Entonces,
llega el recuerdo de cuando, de la mano de mi abuelo, entraba en la
carpintería, tocaba la madera para aprender, a través del tacto de mis manos, o
de los ruidos que él hacía con sus manos
y pies. Recuerdos tan reales que siento como si estuviera viviendo ahora aquel
momento junto a mi abuelo.
Él me enseñó
a ver donde no había luz, a sonreír en un mundo de tinieblas.
Antidia, es un gustazo contar contigo en nuestro Taller y Blog. Este relato, donde la voz narrativa se comunica con la vida, careciendo del sentido de la vista, es un muy buen comienzo. Bienvenida.
ResponderEliminarMagnifico tu relato. Tienes la virtud de saber expresar lo que sientes cuando escribes.Felicidades. Mary
ResponderEliminarGracias por todo a las dos ,las quiero
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