En aquella casa había
ocurrido algo prodigioso. Les cuento el espejismo dorado que cambió mi vida en
un instante:
No me explico de qué
forma ocurrió, solo sé que de improviso, me vi residiendo –junto a mi familia-
en un magnifico castillo construido en la modernidad. El imperio era minúsculo
pero próspero; yo era la princesa heredera, mi esposo, el príncipe consorte y
mi padre, el soberano. Él era quien desde su trono reinante, vigilaba sus
dominios y a sus súbditos; a éstos, les dejaba realizar sus tareas a entera
libertad. Era juicioso y objetivo, por esas cualidades le querían y respetaban.
La princesa -dentro de la legalidad- hacía y deshacía a su antojo con la
complicidad y beneplácito del príncipe, que era un hombre íntegro, solícito y
de buen corazón.
El castillo, como casi
todos, era inmenso, estaba amurallado como los del Medievo, poseía la
característica atalaya, grandes habitaciones, despachos y servicios, además de
un enorme salón, en el que se recibía a los visitantes ilustres; también, donde
se realizaban las recepciones, las cenas, reuniones y bailes. La estancia estaba considerada la pieza más
importante del recinto; finalizaba al comienzo de la gran terraza cubierta, que
daba al amplio y cuidado jardín –la joya de la corona-. En ese espacio
singular, se albergaban la felicidad la despreocupación y la magia.
Cierto día, caí en la
cuenta de que un espejismo no es algo real sino un artificio. Entonces me
pregunté: -¿Cómo he podido vivir todo este tiempo dentro de un cuento de hadas?
¿Yo tampoco existiré? Rápida me pellizqué y me di cuenta de que había vivido
una bella fantasía.
¿Habrán pensado que
estaba trastornada? ¡No es para menos! Lo relatado, fue fruto de mi
alucinación. ¡Fantasiosa sí que soy! Muchas veces he pensado que las cosas por
quiméricas que parezcan, caben dentro de la ilusión y, se pueden vivir sin
llegar a materializarse.
Al salir de mi ensoñación,
me encontré en mi modesto piso, ubicado en un edificio rodeado de jardín.
-¡Este sí que es el palacio de mis realidades!, exclamé llena de alegría. En mi
casa me siento como la princesa del cuento; en ella paso ratos de felicidad y...,
otros no tanto. Así es mi vida real, y no la real vida.
Un juego divertido el de soñar, ojalá no se perdiera nunca esa capacidad de inventar mundos nuevos y vivir fantasías narrativas como esta, ¿quién dijo no a los castillos en el aire?
ResponderEliminarSoñar es maravilloso. Tu narración es fantástica. Mª Dolores.
ResponderEliminarCon compañeras tan estupendas como ustedes me siento feliz. Gracias chicas, muchas gracias.
ResponderEliminarQue facilidad tienes para saltar de la realidad a la fantacia estoy segura que el escribir te da muchas paz y que el poderlo hacer es un regalo para ti, y para nosotras el poder compartirlo contigo.
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