Desde el principio del
camino, se podía percibir el agradable olor a las rosas. Eran unas flores
pequeñas de enredadera que trepaban por los muros, pero su aroma invadía el
camino hasta llegar al colegio.
Merceditas comenzó a
caminar por el paseo, ilusionada por su primer día de clase; en su maleta
llevaba los libros, su almuerzo y sus fantasías. Al llegar, se encontró con sus
compañeras y sus profes, que eran monjas. Todo iba muy bien hasta que llegó la hora de la comida y
de pronto se vio apartada del resto de
las niñas. Ella no entendía lo que estaba pasando. Cuando sacó su almuerzo,
todas las miradas fueron a la fiambrera que contenía una tortilla especial que
más parecía un dulce... Ella hubiera deseado dar la tortilla por sentarme en la
mesa con ellas. La niña no pudo comer, pero al fijarse en el almuerzo de sus
compañeras, medio comprendió la razón de
la soledad que le habían hecho pasar.
Hoy Merceditas es una
adulta que guarda el aroma del camino y a la que ni sus fantasías han podido
borrar la imagen del hambre y la miseria en las caras de aquellas criaturas que
permanecían internas en el colegio. Hoy sigue preguntándose: ¿habrán encontrado otra manera de vivir o
habrá sido el de la penurias su único
camino?.
Has acercado tu punto de vista narrativa al primer plano de una historia. Eso es lo que hacen los escritores de relatos breves. Haber estado presente en ese instante de la tortilla frente al hambre del resto, hace que uno como lector, construya mentalmente el resto de la historia y se haga la misma pregunta, ¿habrá sido este su único camino? Muy bien.
ResponderEliminarBuena escritora, que sabes como exponer los casos para hacernos pensar. ¡Bravo!
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