Era una niña muy
mimada, hija única. Para su familia era la muñeca de la casa y así creció; pero
un día, conoció a su príncipe azul y con él vivió en una nube rosa, hasta que
se fue convirtiendo poco a poco en gris
y las cosas se fueron resquebrajando hasta que se terminó rompiendo; la vida le
había dado un golpe muy fuerte.
Un día, sentada en una
terraza oyendo música con unos amigos, de fondo sonaba la canción Unicornio Azul, sus miradas se cruzaron. Fue suficiente para sentir que todo cambiaba a su
alrededor, el cielo se abrió y un rayo azul los envolvió y no le importó que fuera
más joven que ella, a partir de ese mágico día todo cambió, vivían como un
cuento del más bonito color, pero… no existe la felicidad eterna y empezaron
los diablillos del prejuicio y las críticas.
A pesar de eso, ellos cada vez que podían, se escapaban a escuchar su
unicornio azul, esa melodía tan mágica para los dos.
La vida, sin embargo,
les obligó a coger diferentes caminos. En las despedidas, él le regaló un disco
para que en los momentos difíciles escucharan su canción. Y, aunque muchos son
los años que han pasado, cuando las cosas están difíciles, oye aún esa melodía
mágica, que les trae a la memoria tantos momentos de felicidad.
También a mí me parece que la música une, recuerda, abraza y hace que no nos olvidemos de esos bellos, aunque efímeros, momentos de felicidad.
ResponderEliminarla felicidad aunque no sea eterna cuando la tenemos lo parece. Ese príncipe azul, lo será por los siglos de los siglos.
ResponderEliminarQue relato tan lleno de amor y tristeza...
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