Canciones, ¡cuántas no
hemos escuchado a lo largo de nuestra vida!. Pero hay algunas que, cuando
llegan a nuestros oídos, nos transportan; nos llenan de recuerdos, algunas
veces… de nostalgia.
Todos tenemos esa canción
de cuando éramos niños, esa que nos acompañaba en nuestros juegos; también
aquella que, después, en nuestra adolescencia, nos trae a la memoria nuestro
primer amor y, cómo no, esa especial que, posiblemente, a muchos aún nos
acompañe hoy, con la que conocimos a nuestra pareja y que nos evoca aquellos
nacientes sentimientos de amor.
Todas esas canciones
forman parte de nuestras vidas y, por tanto, son importantes para cada uno de
nosotros.
Mas hay otras que,
aunque pasen los años, continúan estando en nuestra memoria; ésas que nos
cantaba nuestra madre cuando éramos apenas unos
niños. Esas canciones consiguen ser tan valiosas que, se van
convirtiendo en tradiciones, ya que van pasando de generación en generación.
Recuerdo con toda
claridad a mi madre, cantándole a mi hermana las mismas canciones que, años más
tarde, le cantaría a mis hijos y a mis nietos. Son costumbres, esencias que no
se pierden,... ni deben perderse.
Son canciones que,
ellas, nuestras madres, nuestras abuelas nos enseñaron y que nosotros debemos
enseñarles a nuestras generaciones presentes y futuras para que puedan seguir
diciendo: “Esas son las canciones que ella me enseñó”.
La música, arte sublime que acaricia los sentidos y nos acompaña siempre, como banda sonora de nuestra vida. Me ha encantado leerte, al mismo compás y con la misma cadencia con la que tú ibas recordando. Muy bonito.
ResponderEliminarLindo relato. Cantar es estupendo. Se alegra la vida. Mª Dolores.
ResponderEliminarIlusionarte camino por las canciones de una vida, con cadencias de ternura como eres tú, querida compañera.
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