En aquel lugar, con
toda la naturaleza en su esplendor, el verde predominaba salpicado con chispas
de color; allí nació la princesa Anira. Para sus padres y abuelos así lo era.
Anira fue la segunda hija en llegar, la primera la llamaron Estrella Fugaz por
el poco tiempo que estuvo en este mundo, por eso cuando Anira llegó, todos se
volcaron con ella, pues cualquier enfermedad se complicaba, más cuando no había
médico en el lugar. Familiares y vecinos tenían que elevarla por caminos inhóspitos
a otros pueblos, a una pensión que hacía de Hospital, donde el médico iba a ver
a sus pacientes. Anira, descendiente de Fernández de Lugo y del pirata Pata de
Palo, pero por otro lado una guanche; “Aurita”, con todo el sentir Guanche
Benohare, allí donde las mujeres lucharon como nadie, como Guayanfanta o
Aridane; éstas son sus referencias, dispuestas
a todo antes de rendirse, esa es la fuerza de Anira, heredada de sus antepasados, porque la historia es la
historia y no se puede ocultar.
Anira vivía con su
madre y abuelos. Su padre estaba en las Américas, ella era feliz en su mundo de
niña. Sus abuelos, Modesta y José, eran extraordinarios. ¡Qué dicha tenerlos!.
Su abuela; manos de seda amor, ternura, sabiduría. Su abuelo; amor a raudales y
paciencia, aquél bigote como el de Dalí nunca lo podrá olvidar. Los cuatro
hacían un cuarteto muy especial. Pero a los cuatro años se rompió, su abuelo se
fue y ella supo que no le vería más, ¡que vacío!.
Cuando tenía siete
años, su padre regresó, ya no era una foto ni una carta, estaba allí, cargado
de cosas y una muñeca más grande que ella, pero aquella dicha sólo duró cinco
meses, se fue de nuevo, dejándose atrás unos pantalones que ella se ponía porque
había captado que él hubiera preferido un niño.
El tiempo pasó y, dos
años después, su abuela enfermó y también se fue, se fue preocupada por Anira,
no quería dejarla sin su protección, encomendó a dos de sus primas su cuidado.
Anira se quedó con su madre. Las dos se cuidaban una a la otra. Pasaron dos
años y su papá regresó, ¡qué alegría!, ella no sabía que regresaba pero supo
que llegaba antes de hacerlo.
Pero la alegría cambió,
ya no era igual, ella notaba una cierta
incomodidad que le afectaba y de princesa terminó de cenicienta, pero la fuerza
y el tesón todo lo puede y aquello lo remontó y fue feliz de nuevo.
Después de leerlo, uno entiende perfectamente la razón del título. Pinceladas de una vida, con sus luces y sus sombras, bajo el amparo del amor, con la fuerza que él imprime siempre.
ResponderEliminarHaces que sea fácil ponerse en la piel de Anira leyendo tu relato, y eso que es sólo una pequeña pincelada de una gran vida, representando a una persona luchadora, fuerte y capaz de superarse a si misma y a cualquier obstáculo. Me ha encantado.
ResponderEliminarMi querida guanche auarita solo tu eres capas de toda esa historia. En los pies de la patrona te esperamos con ese libro
ResponderEliminarUna vida llena de vaivenes. Al fin la valentía y el profundo amor hace que los obstáculos sean vencidos.Me gusta mucho tu forma de escribir.
ResponderEliminar