Desde aquel momento,
quedó prohibido para siempre. Claro que aquella prohibición había empezado a
fraguarse mucho antes, cuando dos meses atrás, les comunican que se preparen
para recibir una visita muy importante, y que por tal motivo, deben someterse a
ciertas prohibiciones.
Napoleón, desde el
recibo de la noticia, cumple todo a rajatabla; todos los días vigila que la
estancia se encuentre limpia. Ha prohibido terminantemente los corrillos,
ordena a todos que se comporten, que eviten sonidos innecesarios. Se ha vuelto
más meticuloso, más ordenado. Sin esperarlo, ha aflorado en su interior el
sentimiento de la responsabilidad. Antes de retirarse al descanso vespertino,
somete su garganta a un riguroso gargarismo, para así, por las mañanitas, despertar
a sus compañeras con su dulce melodía. Su anhelo es que, a la nueva huésped, le
agraden sus gorgoritos y decida quedarse para siempre.
El joven coro de voces
mixtas, entonando sus alegres píos, píos, suplica a Napoleón que le adelante quién
es esa relevante visitante que está cambiando el ritmo de sus vidas, al mismo
tiempo, que los martiriza con tantas represiones.
Después de mucho
pensarlo, el gallardo Napoleón decide revelarlo, con un tono misterioso
exclama, - la gran Lady que nos va a visitar, es la gallina de los huevos de
oro. ¡Quiriqui, quiriqui, cómo me voy a lucir!...,y….colorín, colorado, aquí
termina el cuento del gallo Napoleón, que cree que las prohibiciones, hay que
cumplirlas.
¡Qué requetebueno!! Me ha encantado: como nos engañas, de qué manera nos conduces por lo narrado, el final sorpresivo, el sentido del humor, las risas producidas; todo. Bravo.
ResponderEliminarEres de lo más ocurrente y divertida. ¡Muy bien por ti y por tus lectores!
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