Desde aquel momento,
quedó prohibido para siempre. Claro que
aquella prohibición había empezado a fraguarse mucho antes, cuando la bisabuela
aún lo tenía en su casa, encerrado dentro de una hornacina con una puerta de
cristal, siempre trancado con llave.
La hornacina se abría
exclusivamente para limpiar, con mimo, el jarrón chino de la dinastía Ming. Ese
jarrón que un pariente muy lejano había traído desde la lejana China y, que
pasaba de generación en generación, con la prohibición de ser vendido, sólo
admirado.
La bisabuela viuda y
octogenaria, decidió que la joya de la casa –el jarrón chino- debía estar en
poder de su única bisnieta. Ella misma lo llevó al domicilio de su heredera,
envuelto en toallas, dentro de un gran bolso.
Al llegar, lo sacó con
una lentitud desesperante, quitando cada una de las toallas afinadamente, al
final salió a la luz el jarrón prohibido. La sucesora no se lo esperaba; al
verlo, no salía de su asombro.
-¡Pero abuela…! ¿Qué
estás haciendo?, ¿Cómo has podido tener el valor de sacar el jarrón de su
vitrina?; ¡no me lo puedo creer! ¿te pasa algo...?
-¿Qué me va a pasar, cariño?,
pues nada, deseo que lo tengas en tu poder, y lo disfrutes como lo he hecho yo
y todos mis antecesores... El día de mañana debes traspasarlo a tus
descendientes.
La bisnieta -aún
sorprendida- lo cogió con tanta delicadeza en sus manos que el jarrón cayó al
suelo haciéndose añicos. La bisabuela quedó petrificada, luego, reaccionó y,
con risa nerviosa, exclamó:
-¡Se acabaron las
prohibiciones!, ¡este dichoso jarrón nadie lo ha disfrutado! Sólo mirado a
través de un cristal, ¡menuda herencia te iba a dejar!, además..., con el
estigma de la prohibición. A partir de ahora, ¡¡¡¡Prohibido prohibir!!!!.
La bisnieta recogió
los cascotes y los tiró a la basura, sin nostalgia alguna por la pérdida de la
joya de la familia.
Buen microrrelato. Me gusta como lo has llevado y la doble lectura que percibo en él; la ventura de deshacerse de un lastre, lo absurdo de algunas prohibiciones.
ResponderEliminarTodo se debe disfrutar en su justa medida. La vida es bella , hay que vivir dentro de unas limitaciones que no resulten represivas
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