Desde aquel momento,
quedó prohibido para siempre. Claro que aquella prohibición había empezado a
fraguarse mucho antes, cuando pensaron dar vida a nuestra tierra, y en un lugar
paradisíaco, crearon un jardín con un huerto con toda clase de frutas, y allí
solitos y sin ropa alguna estaban ellos. ¡Y vino la primera prohibición!: coman de todo menos manzanas.
La fruta de ese árbol
era para sentir gran deseo: rojita, apetitosa, y la Eva cogió una e invitó a
Adán y él ¡privado!. Los dos disfrutaron por igual de los primeros fuegos artificiales
de la historia.
Y de pronto, el señor conciencia le gritó a la mujer: ¡parirás
con dolor y lo que comas será con sudor!, y el hombre, con la misma culpa, se
va de rositas, ¡cómo son los machos!. Si
soy yo, le hubiera dado un higo pico sin pelar.
¡Qué versión tan lúcida y brillante de la historia de la primera prohibición!, que es, a su vez, la primera injusticia, la primera discriminación por sexo…, ¡qué pronto empezaron y cuánto ha durado!, ¿verdad?. Me encanta tu relato.
ResponderEliminarLo del higo pico me parece muy apropiado. Tu relato siempre en tono jocoso para el disfrute de tus lectores, entre las que me encuentro, gozo mucho al escucharte y luego al leerte.
ResponderEliminarNo creo que el macho se fuera de rositas, pues tuvo que trabajar el resto de su vida y salir del paraiso. Seguro
ResponderEliminarque se fue a vivir a una ciudad dormitorio. MªDolores.