Era mi día libre. Llevaba semanas planeando todo lo que quería
hacer y la ilusión me mantenía viva desde entonces. Hacía meses que no había podido tener ni un
solo minuto para mí; ¡ni uno solo!.
Cuando lo vi entrar,
justo en ese mismo instante, lo supe.
Sabía lo que me iba a pedir; su cara lo delataba y yo no estaba
dispuesta a claudicar ni un día más.
Pasó por mi lado y se detuvo, se acercó y… nada más empezar a hablar, le
dije con voz imperativa:
–¡A mí plin! –y nada más decirlo, salí por la
puerta más fresca que una lechuga.
ResponderEliminarA las puertas de unas soñadas y merecidas vacaciones, planificadas y tan anheladas, no hay motivos para quedarse; entiendo muy bien lo de …¡a mí plín!
Un día libre redondo, Por lo visto no te quedaste con las ganas. Me parece estupendo, es un desahogo fructífero y gratificante.;
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