Érase una vez un
precioso buzón amarillo. Se llamaba Pin
y le encantaba conocer la vida de todos los vecinos del pueblo. Por eso estaba tan feliz con su trabajo; cada
vez que alguien echaba una carta en él, Pin la leía sin tardanza.
Un día, el bello buzón
estaba haciendo tiempo a que entrara su habitual correspondencia pero…no
llegaba ninguna carta a su sonriente boca.
Pasó la mañana, la tarde, llegó el crepúsculo y amaneció un nuevo
día. Su tripita continuaba vacía; ni tan
siquiera habían depositado los sobres de la campaña electoral. Quedó meditabundo, preguntándose el
porqué.
Al final de aquella
trágica jornada, notó como alguien lo levantaba del suelo y lo metía dentro de
algo que se movía.
–¡Pobre buzón! –escuchó –con lo ordenado que
era, ahora quedará olvidado en el depósito de los trastos inservibles. ¡Claro!,
las nuevas tecnologías van cambiando nuestra manera de vivir. Lo cierto es que la gente cada vez
intercambia menos cartas; usa el ordenador, el móvil, la tableta, internet soluciona
la mayoría de las cosas, es cómodo y rápido. ¡Me da una penita del buzón…! ¡Ya está!, pediré permiso para llevármelo a
la tienda de mi hija, le servirá de decoración y al mismo tiempo de
papelera. Le va a gustar mucho –concluyó
aquel que reflexionaba en voz alta.
El curioso buzón
respiró aliviado; sus pequeños y oscuros ojillos brillaron como azabaches y su
sonrisa iluminó su regordeta figura, al tiempo que se preguntaba: ¿habrá cosas
apasionantes en la papelera de una tienda?.
Sin duda muchas, se respondió a sí mismo convencido. Así se quedó, orgulloso de su destino.
Todo tiene un principio y un fin, parece contarnos tu relato, al mismo tiempo que nos enseña que a veces, el fin de algo nos lleva al principio de otra cosa, tal vez igual o más interesante.
ResponderEliminarDespués de la muerte nos espera una nueva y desconocida vida per..., al menos el buzón supo lo que le esperaba y acogió con agrado su nuevo destino
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