Por fin
hemos llegado al aeropuerto internacional de Ezeiza en Buenos Aires, después de
un viaje complicado, con muchas horas de vuelo, turbulencias y grandes demoras
en cada una de las tres escalas incluidas en el trayecto. Con tanto trajín, hasta habíamos perdido la
noción del tiempo. En los servicios del
propio aeropuerto nos cambiamos de ropa, nos pusimos la de actuar, para no
perder más tiempo.
Entrábamos a
Argentina, precedidos por algunos triunfos en nuestro país. El más importante; primer premio regional y
segundo nacional. Por ello, estamos muy
motivados y esperanzados de poder obtener alguno de los galardones
internacionales, que se otorgan en esta competición de tangos, a la que hemos
venido para representar España.
Al llegar al
auditorio, recibimos una gran decepción pero, la suplimos con espíritu de
lucha, que tanto mi compañero de baile como yo, compartimos. Así que, obviándola, decidimos plasmar
nuestro arte en la cuna del tango.
Bailamos dándolo todo. Realizamos
un trabajo magistral. El barrio de Boca
y todos los bonaerenses se rindieron ante nuestro magnífico espectáculo con
ovaciones y vítores. Los aplausos
perduraron varios minutos. Nos sentimos
inundados de satisfacción.
-¡El premio
es nuestro!- dijimos al unísono
¡Qué
infortunio!. Volvimos a la
realidad. Nuestra imaginación nos ha
jugado una mala pasada. Lo cierto es
que, con tantos retrasos, cuando llegamos había finalizado el certamen. No había ni un alma por los alrededores. De aquello sólo fueron testigos, dos gatos y
una farola.
¡Viva la imaginación! La tuya y la de estos dos personajes que han bailado al compás de tu música.
ResponderEliminarYa me gustaría a mí saber bailar el tango pero, no tengo habilidad para mover los pies, soy torpe hasta para caminar.
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