Era un
matrimonio muy feliz que tenía dos hijos a los que adoraban. Pero, transcurridos los diez primeros años,
fueron perdiendo el amor y la ilusión con los que habían vivido hasta entonces. Coincidían cada vez menos y se enfadaban por
cualquier nadería. La cosa más sencilla,
la agrandaban y todo se convertía en motivo de discusión.
Una mañana,
el niño más pequeño tropezó con una silla, cayó al suelo y se hizo sangre. Un suceso tan natural, fue la gota que colmó
el vaso. Este hecho hizo que el padre
explotara, maldiciendo e insultando a la esposa por no cuidar bien al
hijo. La explosión de ira fue tan grande
que no tuvo vuelta atrás y ya nada pudo evitar que el desenlace fuera la
ruptura del matrimonio.
Historia triste y lamentablemente, más común de lo que debiera. Muy bien contada.
ResponderEliminarNo se si es ficticio pero, eso si, se parece mucho a la realidad que se vive hoy día. Bonito relato
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