Cuando se es
joven, uno es intrépido y temerario.
Viajar a un país extranjero no suponía más que arreglar el pasaporte,
ponerte las vacunas pertinentes y preparar la siempre temida maleta. ¡Cuánta
ignorancia! ¡No sabía lo que me esperaba!
Nada más
llegar, aún bajando la escalinata del avión, sentí como una bofetada de aire
caliente en mi cara pues en un país como aquel, el calor mata. Por las noches, los mosquitos no te picaban,
te mordían y cualquier cosa que utilizaras para ahuyentarlos, era una simple
pérdida de tiempo.
Pero todo
estas cosas fueron llevaderas hasta que caí en cuenta de que estaba fuera de mi
tierra, en un país divino pero que no conocía y en el que nadie me entendía por
más que me esforzara; la culpa la tenía la diferencia de idioma, claro está.
Las pasé
moradas y no recuperé mi color habitual hasta que de nuevo puse mis pies en mi
querida casa.
Viajar es conocer, descubrir, aprender; vivirlo para contarlo. Muy bien, Mima.
ResponderEliminarSupongo que ahora desde la distancia en el tiempo habrás podido comprobar lo maravilloso que es conocer otras culturas, costumbres, ya se.., lo más difícil el idioma.
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