Mario había
sido un hombre de mar. En su juventud,
había estudiado Maquinaria Naval y por ello, había recorrido medio mundo en
viajes de muy larga duración. Algunas
veces duraban incluso unos tres meses.
Un día, al
llegar a puerto, se sintió indispuesto y pensó que nada más llegar a casa
acudiría a hacerse una revisión médica.
Ya en su hogar, Mario se olvido de las molestias pues la familia
celebraba su regreso, como si fuera una fiesta.
Había un miembro más que él aún no conocía; era su primer nieto. Cuando lo tuvo en sus brazos, la alegría fue
inmensa, y disfrutó de aquellos momentos con intensidad.
A la mañana
siguiente, acudió al médico quien, después de auscultarlo y de haberle hecho varias
pruebas, le comunicó que, mientras le seguían haciendo más pruebas para tener
un diagnóstico, debía bajar el ritmo de trabajo. Debía tomarse la vida con más calma. Sí, no cabía duda de que había llegado el
momento.
Bajar el ritmo de la marcha para detenerse a ver y sentir lo maravilloso de la vida, es necesario. Mario a partir de ahora se concentrará en esa alegría que es su primer nieto.
ResponderEliminar