Ángela era
una niña de ocho años con mucha imaginación que, aquella mañana, acompañó a su
madre a la ciudad. Iban a visitar a un
familiar que vivía en un convento de clausura.
Cuando llegaron y, mientras su madre hablaba con las monjas, Ángela
observaba todo el reciento con curiosidad.
Miraba todo con mucho interés, especialmente las siluetas que se movían detrás
de las rejas del claustro.
Al regresar
a casa, la niña le preguntó a su madre
-¿Por qué no
salen a la calle? ¿Por qué no se las puede ver?
-Ellas son
personas que dedican su vida a orar por los demás. Han hecho voto de pobreza.
Ángela
pareció quedar conforme con la respuesta.
Una tarde,
la niña jugaba sola en su habitación.
Había cerrado la puerta y en los cristales de la ventana, pintó unas
rejas. Estaba muy entretenida, cuando
escuchó que tocaban en la puerta.
Era su madre
que, al ver los cristales, le dijo:
-¡Ángela! Te
he estado buscando por el jardín. ¿Qué juego es este?
-Mamá,
jugaba a rezar por los demás. Me imagino
pescar cosas buenas que luego veremos en el cielo, como estrellas luminosas.
Excelente idea la de dejar para el final, las estrellas –tema propuesto en clase –. Eso, junto al título, mantiene al lector a la expectativa. Si además se añaden los matices y la calidez que siempre le otorgas a tus relatos, da los buenos resultados que quedan patentes en tu escrito.
ResponderEliminarEXCELENTE NARRACIÓN, LLENA DE INOCENCIA Y TERNURA. ME HA ENCANTADO.
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