Se dirigía a la buhardilla, cuando
el sonido de un gemido la dejó paralizada, dudó si seguir subiendo o no.
¡Seguro que es un gato que se quedó atrapado y no puede salir!, pensó la chica.
Ella no era miedosa, le gustaba enfrentarse a los problemas.
Se armó de valor, entreabrió la
puerta que chirrió. ¡Tengo que ponerle aceite, estas casas viejas son todo
ruidos!. ¿Por qué su tía le había dejado a ella esta casa tan antigua teniendo
más sobrinos?.
Miró dentro, estaba oscuro, intentó
encender la luz, nada, no había, solamente entraba algo de claridad por la
claraboya. Fue entonces cuando vio la sombra; era una mujer con un pelo que le
llegaba a la cintura. Pálida, con los ojos hundidos, extendió los brazos como
si quisiera coger algo que no había, que sólo estaba en su mente. Lanzó otro
gemido, seguramente al ver a la joven; le había recordado a alguien muy
querido.
La
chica dio un grito de terror, salió corriendo. Al poco tiempo vendió la casa.
Buen ritmo el de este relato que nos lleva de la mano y poco a poco, con un buen lenguaje descriptivo, a la buhardilla donde nos espera, como a la protagonista, una sorpresa
ResponderEliminarImagino a las personas que compraron la casa;buena sorpresa les esperaba.
ResponderEliminarMe gusta la narración, te ha quedado muy misteriosa. Mª Dolores.
ResponderEliminar