El miedo se hizo dueño de mis horas
mientras pasaba la vida entre paredes blancas que se llenaban de palmeras y
caminos, que desaparecían al cerrar los ojos y resurgían de la nada al volver a
abrirlos. En troncos de palmeras retorcidas, de pronto aparecían personas
recostadas, en otros momentos eran cañaverales resurgiendo de lagos con agua.
Vivir en un lugar extraño que no correspondía al que habitaba, las horas del
día y de la noche eran largas y llenas de incógnitas. Pensé que no podría
salir.
Pero he aquí que un día entró el sol
por la ventana y resurgí de aquel lugar extraño, se alejó el miedo y llegó la
alegría y el disfrutar de la vida.
Al pasar el tiempo, he analizado
aquellas imágenes y he visto en realidad lo que querían decir, tenía que
permanecer en la tierra junto a los seres queridos de mi vida, para caminar
junto a ellos. Me faltaba mucho por
hacer aquí en este lugar lleno de vida y amor.
Vivir para contarlo, para seguir latiendo en compañía del amor y la ilusión, alejada del miedo, de la incertidumbre…
ResponderEliminarMe emocionó tu relato cuando lo leíste en clase y, más ahora que puedo analizarlo con tranquilidad. Eres valiente y generosa. La vida es bonita y tenemos que vivírla con ilusión, como haces tú, eres un ejemplo de vitalidad y entusiasmo.
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