Cierto día tuve la ilusión, y además
fue por necesidad, de visitar mi querida isla de La Palma. Parece que había
elegido mal el tiempo, pues hacían unos
días de perros, pero al fin era una obligación ir, debido a unos trabajos que
me están haciendo allí. Yo salí de mi casa con el corazón en la mano, pero
gracias a Dios, yo siempre cuento con su ayuda y así fue. Llegué y pude ir a mi
pueblo. El señor que estaba realizando los trabajos allí, me acompañó y así
pude ver como estaba todo. De allí me
marché al hotel. Yo estaba muy forrada porque el frío era inmenso. Cuando las
señoritas de recepción me vieron llegar, se partieron de risa y me decían
¿Viene corriendo los Carnavales? Es un poco anticipado, pero bueno, ya se
aproximan, les contesté.
Yo
les hice la pelota un rato, y me ofrecieron un vaso de leche calentita; con ese
calorcito me fui a la cama.
Al día siguiente tomé el avión de
regreso a mi casa, aquí estoy gracias a Dios junto a mi querida familia y para
asistir a esta clase a las que todas acudimos con tanta ilusión.
Hago este relato al pie de la letra
y así si un día que se me ocurre volver
a leerlo, recordaré el tiempo en que
estábamos pasando este invierno tan frío.
Buena crónica, al pie de la letra la has contado. Escrita está y, como tú bien dices, a ella recurrirás cada vez que quieras.
ResponderEliminarTus historias reales como la vida misma. Me encanta cuando las lees y después cuando las leo yo y las disfruto como si las viviera.
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