Tengo una costumbre o manía, llámese
cómo se llame, el caso es que lo que más me gusta es observar a una persona y
hacer conjeturas sobre quién es y cómo es por dentro, qué hace. Ayer se dio el caso que encontré en el
tranvía uno de tantos al que le tocó pasar por mi ojo de huracán. Me llamó la
atención su forma de caminar, cómo se frotaba los tobillos al andar, mal
empezábamos. Sus ojos, a través de mis gafas oscuras, me hablaban de lo
contrario que quería aparentar, me daba igual a lo que se dedicara, su trabajo
no era importante para mí, aunque parecía ser banquero o trabajar en algo similar. No le
veía anillo pero por su aspecto dudaba mucho de que alguien lo pudiera soportar. Su aspecto de chulo pasota prepotente, sería
posible lo que me imaginaba. Tenía cara de trotamundos así que suponía que iría
o vendría de cualquier parte, no tenía cara de importarle gran cosa. ¿Sería
cierto que el interior que veía era verdadero o quizás lo estaba juzgando mal?,
pero hay tantas piezas dignas de museo, que todo podía ser.
Confiemos en tu ojo avizor de narradora en busca de personajes para colocar en relatos como este y quedémonos con la idea de que era un trotamundos; mucho más interesante que un banquero, ¿verdad?
ResponderEliminarSiempre se encuentra a alguien que pueda soportar al otro,- además de una madre-. Intrigante historia.
ResponderEliminar!Qué suerte la tuya!, toparte en el tranvía con un tipo interesante. Pienso que no sería un banquero, pues ellos poseen
ResponderEliminarsu propio coche.Mª Dolores.