Ha
llegado el momento de narrar, tal como me contaron, esta historia. El año pasado, visité una exposición de
fotografías sobre Camboya, las cuales me impactaron por su realismo. Una de ellas era de un muchachito. Me contaron que se llamaba Lin. Parecía algo tímido, pero a la vez, muy
sonriente, a pesar de ser una víctima más, por haber pisado –sin saberlo –una mina
antipersonal que le dejó sin su pierna derecha.
También nos indicaron que los médicos ya tenían la prótesis para Lin que
estaba muy contento pues volvería a la escuela; ¡ese era su máximo deseo!.
Pongo
fin a este relato, confesando mi admiración por esos seres, tanto hombres como
mujeres y niños que no han perdido las ganas de vivir, tras padecer las
secuelas que dejan esa clase de minas.
Según nos dijeron, no las retiran porque sale más caro que colocarlas.
Tocas con tu relato un asunto terrible contra el que, felizmente, muchas personas e instituciones están luchando por erradicar. Ojalá que pronto se logre borrarlas para siempre del mapa de la vida.
ResponderEliminarConmovedora historia la de ese muchacho, uno de tantos, que se ha perdido alguna de sus extremidades y, peor aún, muchos han perdido la vida. Ojalá se terminen las guerras y los conflictos se arreglen con el dialogo.
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