Mi madre me
contaba la historia de mis bisabuelos, Celedonia y Luis, alias ¡Yo Luis el
rey!. Mi bisabuela se ahogó mariscando
en las playas de Agache. Una ola la
levantó y gracias a su falda larga, quedó flotando en la mar. No sabía nadar y los que estaban con ella le
tendieron una caña para ayudarla, pero era corta y corrieron a buscar otra más
larga. Ella pensó que la abandonaban y
la angustia hizo que se desmayara. Se
ahogó y su cuerpo apareció a los pocos días por el Porís de Abona. Dijeron los del lugar que se le habían caído
las alas del corazón. Crecí pensando que
esas alas existían.
Ya mayor,
comprendí que había sido un infarto, pero ahora que me quedan dos telediarios,
con más del cincuenta por ciento vivido, creo que sí… ¡que el corazón tiene
alas!: con las alegrías volamos y si nos
hieren, se caen…
Por supuesto que el corazón tiene alas, no lo dudes, yo las oigo de vez en cuando. Un abrazo
ResponderEliminarMe enorgullece ser testigo de tu crecimiento como narradora, Candelaria. Semana a semana, relato a relato, tus escritos crecen en fluidez, intensidad y calidad formal, siempre con esa voz particular que te caracteriza. Este me ha gustado especialmente
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