Su nombre es Ángel, un joven muy pintoresco,
conocido por todo el barrio por su amabilidad.
Siempre está dispuesto a hacer el bien, sin importarle a quien. Por ese motivo, todos los vecinos, en cuanto
tienen algún quehacer, le suelen decir:
-Ángel, ¿puedes ayudarme a…?
Ángel no deja terminar la frase; invariablemente
contesta:
-Sí puedo, no faltaba más, dígame ¿qué se le ofrece?
Presto, acude para hacer lo que sea necesario: una mudanza,
llevar la compra, pintar la cocina, limpiar los cristales… Unas veces le sale
bien, otras no tanto, pero él no se desanima nunca.
Las personas a quienes ayuda, acostumbran darle una
propinilla y, de eso vive, no necesita nada más para ser feliz.
En cierta ocasión, una señora muy guasona que vive
en su misma calle, le expuso:
-Ángel, necesito que me hagas un favor.
Él, como de costumbre, contestó:
-Yo sí puedo, ¿qué se le ofrece, doña?
-Que traigas hasta mi casa la luna. Es mi deseo desde hace mucho tiempo y no he
podido conseguirlo y, he pensado que tú puedes realizar mi sueño.
-¡Eso está hecho, señora! –exclamó convencido –Esta noche
tendrá la luna, ¿no ansía nada más?
La señora con ironía, le contesta:
-Si puede ser…, acompañada del sol.
-Como usted mande, ya sabe que sí puedo y haré lo
que sea por complacerla.
Esa misma noche, el muchacho toca en la puerta de la
señora diciendo:
-Abra, aquí tengo la luna y el sol. Su petición se ha cumplido.
La mujer abrió la puerta y se quedó de una pieza
pues jamás pensó que al muchacho se le ocurriera semejante idea. Ella se lo había pedido con la intención de
burlarse de él, segura como estaba de que él no podría hacer realidad su
petición.
No les he dicho que a Ángel se le conoce en el lugar
por el sobrenombre de Ángel Sípuedo.
Pues aquella vez también pudo, claro que sí: se presentó ante la puerta
de aquella señora con una luna y un sol preciosos, pintados sobre un gran
cartón.
Buen retrato el de este Ángel Sípuedo y mejor lección la que supo darle a aquella señora malintencionada. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarSiempre que hacemos una buena acción somo más felices. Los mal intencionados, a veces reciben lecciones de humildad.
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