Ella es como su nombre: buena y dulce. El marido es buen mozo y muy amable y tienen
tres niños encantadores; forman una familia envidiable.
Una noche, la sirena de la ambulancia suena y Dulce
para Urgencias. Los vecinos quedamos
consternados. A la mañana siguiente una
bomba nos deja atónitos y luego, llenos de rabia: una vecina, auxiliar del
centro hospitalario, nos contó que había sido una paliza y que Dulce estaba muy
grave y lo peor, ya tenía cicatrices de lesiones anteriores.
La visité dos días después. Habló, por fin. El marido era un maltratador. No encontraba placer sino en la
crueldad. Le golpeaba en partes no
visibles, por eso le rompió el bazo y aquella vez, viendo la pérdida de sangre,
tuvo miedo y la atendió, avisando a la ambulancia.
-Dulce, ¡deja a ese demonio! …que ya saldrás de
ésta, con trabajo, rezando y soñando…
Intensa, tremenda la historia, tal vez por presentirla demasiado cercana, demasiado real… Ojalá que Dulce haya hecho caso al sabio consejo de alejarse de tanta crueldad…
ResponderEliminarAmarga historia la de esa muchacha Dulce. La violencia de género sigue adelante, no para mientras haya maltratadores.
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